
EL HAIKU: LA POESÍA DE LO HUMANO.
Ginevra Barbanera
Grado de Estudios de Asia Oriental (Universidad de Sevilla).
RESUMEN
El haiku es una forma poética breve que recoge la conexión entre la naturaleza y los humanos, donde elementos como el rocío, los insectos, los pájaros y los rayos del sol son los grandes protagonistas de los versos. Desde Japón, grandes autores como Matsuo Bashō, Yosa Buson y Kobayashi Issa han inmortalizado instantes con sus palabras y los han regalado a sus lectores, tanto que a día de hoy aún conmueven en todo el mundo. Pero ¿qué es un haiku? Más allá de sus aspectos formales, hay que saber (y querer) sentir tanto lo bello como lo feo, y así poder conocer todos los aspectos secretos de la vida cotidiana.
PALABRAS CLAVE
Haiku, poesía, naturaleza, literatura japonesa, aware.
¡Qué suerte! Vivir y comer las manzanas de finales de otoño.
Una vez, de la cual no me quiero olvidar, abrí una manzana recién comprada en otoño y probablemente haya sido la mejor manzana que he comido en toda mi vida. Tenía un sabor tan maravilloso que pensé que tendría que ser un regalo de alguna figura divina absoluta, pero rápidamente entré en razón y dije que todo aquello era una coincidencia bellísima, porque las cosas son bellas sin ser regalos ni manifestaciones celestiales: esa era una manzana que mereció un haiku y yo le escribí uno (o al menos, lo intenté).
Sobre haiku hay una relativamente extensa bibliografía en español en la que se ilustran los aspectos más técnicos, la historia del género y autores, antologías y mucho más; puede resumirse en una composición breve (alrededor de diecisiete sílabas), sin figuras literarias y con una palabra estacional o kigo, que haga referencia a la naturaleza en la que ocurre el haiku.
Por esas tres características básicas, muchas veces se ha tachado el haiku de un género simple, casi infantil con connotaciones negativas, puesto que es realmente diferente a la poesía a la que el público está acostumbrado. ¿Dónde quedan los largos versos, estrofas infinitas y un uso exhaustivo de complejas palabras propias de la poesía de los siglos XVII y XVIII? Esta carencia puede dar lugar a muchas opiniones, desde un interés “por lo exótico” hasta una mirada por encima del hombro para señalizar una supuesta superioridad estilística de la poesía europea. Al haiku no le interesan los humanos, pero es un estilo poético que requiere una enorme capacidad humana para expresar tanto con tan poco. ¿Y qué trata el haiku, si no es amor, moral o política? En un primer instante, de naturaleza, y esto de partida no es para nada sencillo. No es una naturaleza fantasiosa, no hay un intento de embellecer y establecer una metáfora entre los árboles anaranjados y el cabello rojizo de una posible damisela. Es una naturaleza tal y como se presenta a los ojos de un humano, y este, se sorprende.
物種の袋ぬらしつ春の雨。
Mono tane no fukuro nurashitsu haru no ame.
Sacos de semillas mojados por la lluvia.
(Traducción de A. Manzano, 1985).
¿Cuántos autores habrían tenido la humildad de inmortalizar un saco de semillas mojado? Yosa Buson, con su estilo elegante, inmortaliza este momento primaveral que esconde muchos secretos: el olor de las semillas y la naturaleza mojada alrededor, la humedad y el frescor sucesivos a la lluvia, los pasos del autor en un camino mojado y probablemente sucio de barro y más elementos “escondidos” tras tantas pocas palabras. Este haiku es una muestra de maestría absoluta por toda la escena que aparece ante los ojos de los lectores analizando los elementos que ya existen en el poema. Una forma muy sencilla de entenderlo es comparar los haiku con las fotografías: las palabras leídas tienen que generar una imagen clara en la mente del lector, eso significa que el momento fue inmortalizado y compartido con éxito. Citando a Rodríguez-Izquierdo (1994), “el haiku pone énfasis en una unidad de percepción surgida a partir de una percepción sensorial en la cual todas las cosas se unifican en lo que hemos dado a llamar un nexo de esencia”.
Es cierto que, quizás, introducir el haiku con un poema sobre un saco de semillas puede dar ideas contrastantes sobre el género, y probablemente usar una buena manzana de ejemplo sea más sencillo, por ello es preciso hablar de cómo nace el haiku. Si se tiene cierta sensibilidad de base, el camino es mucho más distendido, pero el haiku no hace distinciones entre sus lectores y autores, por lo que todos pueden llegar a comprenderlo. Se puede coger de ejemplo un momento especial, relacionado con la naturaleza, en la que uno haya podido sentir una emoción intensa. Puede ser un rojo atardecer tranquilo en la playa, la sorpresa de un arcoíris después de la lluvia, el fluir constante de las olas del mar, el reflejo de la luna en el agua, la primera nieve del año y muchos más ejemplos cotidianos y que suelen gustar y sorprender. Si estas imágenes nos evocan una sensación de conmoción, aquella que entra como una ola de emoción que despierta un algo por haberlas presenciado y saber que pronto se irán, pero ¡cuánto agradecemos aquella vista!
Una vez vivido, y subrayo el vivido como haría Vicente Haya (2012) porque un haiku no puede ser imaginado o se perderá la conmoción inicial, ya la mayor parte del trabajo se ha hecho, ahora solo queda escribir de la mejor forma posible aquello presenciado. Y esto puede llegar a ser confuso incluso para los grandes autores, mientras se trata de mantener una estructura de los versos más o menos parecida a la del 5-7-5, hay que mostrar un asombro inmenso que de por sí es difícil de explicar con palabras. La mejor forma es decir las cosas tal y como son, al igual que los sacos de semilla de Buson. Un rápido apunte: es cierto que es más sencillo entender un haiku mediante un paisaje bonito. Sin embargo, hay una gran cantidad de poemas que cuentan escenas tristes, sucias y que podrían ser consideradas incluso vulgares por los grandes autores de la tradición europea. Es importante recordar que los humanos tienen una amplia gama de sensaciones y emociones, y en la literatura japonesa es igual de importante hablar de la flor de cerezo como de las moscas que se pegan a las personas cuando hace calor.
ほととぎす消え行く方や島一つ。
Hototogisu kieyuku kata ya shima hitotsu.
Cuco volando: se esfuma hacia una isla remota, entre neblina.
(Traducción de F. Rodríguez-Izquierdo, 2013).
Matsuo Bashō, el célebre padre del haiku, regala a sus lectores un momento peculiar y efímero, no se sabe qué habrá pasado con el cuco tras cruzar la nube, pero se sabe que el cielo estaba cerrado, que la escena ocurría cerca de la playa así que se escuchan las olas y se huele el mar, que a lo lejos hay una isla que se entrevé, seguramente el cuco haya estado cantando y muchos más elementos en una sola oración. En este punto hay que preguntarse ¿dónde está la sencillez del poema más que solo en su apariencia? En este haiku también se muestra una gran maestría para transmitir tanto en tan poco, pero más importante es la sensibilidad para fijarse en un detalle de la existencia tan concreto del cual no queda más remedio que dejarlo ir. La sorpresa, el abandono y la inmortalización son los tres pasos principales para entonces escribir un haiku. El maestro Bashō se encontró con uno de tantos gorriones, pero ese en concreto fue quien atravesó la niebla y desapareció, se asombró en el momento, y cuando aquello terminó tuvo que abandonarlo y seguir por su propio camino. Sin embargo, algo se quedó; fue tan importante que tuvo que escribirlo, y fue tan impactante que ahora está en los libros de texto.
La sorpresa y el abandono, la conmoción que alivia y apena; a este sentimiento, que despierta en los espectadores de la naturaleza frente a algo que merece la pena ser inmortalizado, se le llama aware. En todos los ejemplos anteriores de manzanas, semillas, playas, nieve y cucos, está la invasión de esta emoción que se estuvo explicando hasta ahora y por fin, se le puede poner nombre. Un asombro que conmociona al humano por una percepción sensorial exterior a él mismo, quizás la más primordial de todas las emociones. De hecho, la percepción sensorial del exterior es lo original en el humano, en la niñez es la forma primigenia de aprender sobre lo que hay en el entorno, tanto lo bello como lo feo. Y al igual que el mundo de los niños, el haiku es igual de intrincado y subestimado por el mundo adulto.
Es cierto que el haiku pone a los humanos en su sitio, les recuerda que el mundo no les pertenece y que frente a la inmensidad de la naturaleza eterna, sus vidas duran igual que un día esporádico de lluvia en pleno verano. El haijin, o escritor de haiku, es muy consciente no solo de la impermanencia de los momentos, sino de su propia impermanencia. De esta forma participa en el infinito de esta naturaleza que tanto ha fascinado a los japoneses desde antes de la creación del propio Japón. Uno se irá, pero mientras esté tendrá la oportunidad de enamorarse del mundo que le rodea. Aunque el haiku no hable directamente de las emociones del autor para poder mantener esta universalidad de una fotografía, es inevitable relacionar elementos, palabras y sonidos a ciertas emociones, y cada lector tiene su libertad interpretativa.
草籠をおいて人なし春の山
Kusakago wo oite hitonashi haru no yama.
Una cesta de hierba dejada por nadie en la montaña de primavera.
(Traducción propia)
Usando a Masaoka Shiki, un maestro en cuanto a refinamiento del haiku, como ejemplo, la cesta abandonada puede causar varias interpretaciones sobre lo que le haya podido pasar a quién la llevaba ¿la ha perdido? ¿se ha dormido una siesta y la olvidó? ¿salió huyendo? ¿la dejó adrede? lo cierto es, que hay infinitas interpretaciones posibles dependiendo de cómo se lea el propio poema (aunque este es un aspecto más técnico para los traductores), y sin embargo hay un hecho clave: la cesta está abandonada en una montaña en plena floritura. Las interpretaciones personales de los lectores podrán variar según cómo llegue a un lector, cuánto sepa o no sobre haiku en general y otros factores, pero lo importante es que la cesta ha despertado algo por simplemente estar donde estaba, sin floreos adicionales ni metáforas inteligibles. Es decir, la cesta no esconde el significado de abandono, soledad o tristeza, está ahí, haya llegado de la forma en la que haya llegado. Entonces, es cierto que el haijin es consciente de su humildad, pero desde esa posición es quién puede hablar de su entorno con un asombro verdadero, se ha despojado de su propio ego y ha encontrado su lugar en un infinito universo en equilibrio. Abandonar el propio ego, en lugar de fomentarlo como ocurre constantemente en un triste mundo de pantallas, es una forma verdadera de vivir, de ser consciente, de emocionarse, de sentir que las cosas merecen la pena sin importar las adversidades. Los grandes maestros del haiku conocen las adversidades, o bien fueron errantes, con todas las complicaciones que eso implica, o bien perdieron a sus seres queridos de formas trágicas, o cualquier otra gran tragedia que pueda ocurrir en la vida de un humano, y sin embargo aún tienen la fuerza de escuchar las cigarras en verano y agradecerle a la vida. El haiku es también una muestra de valentía en su propia delicadeza.
Como se ha dicho anteriormente, los elementos de un haiku son lo que son, la cesta es una cesta y no la soledad de un autor, pero esto no significa que no se pueda hablar de emociones en un haiku. Este género permite expresar sentimientos profundos en armonía con un entorno que los demás también conocen, hace que las emociones sean universales y formen parte de esta “fotografía” de la cual se ha hablado al principio. Si el haiku nace de la sorpresa, de una emoción, ¿por qué no se podría hablar de otras?
飛ぶ蛍あれといわんも一人かな。
Tobu hotaru are to iwan mo hitori kana.
Luciérnaga en vuelo; ¡mira! iba a decir, pero estoy solo.
(Traducción de F. Rodríguez-Izquierdo, 1994).
En este haiku de Tan Taigi sí se habla de la soledad, para mantener la línea de un supuesto significado metafórico incorrecto de la cesta. La soledad del maestro Taigi no es específica, puesto que no ha habido ningún amor en concreto que le haya hecho sentir solo, es tan general que se vuelve universal aunque haya surgido de un sentimiento particular. Incluso sería importante destacar que el haiku nace a raíz de, entre muchos elementos culturales y literarios, los versos hokku. Estos eran una serie de versos encadenados que se componían entre un maestro y varios alumnos, en general es una práctica poética que en Asia Oriental se ha dado en distintas ocasiones. Tanto en sueño en el pabellón rojo de Cao Xueqin como en Genji monogatari de Murasaki Shikibu, más de una vez los personajes se reúnen para encadenar versos o se comunican con cartas a través de ellos. Entonces, surge en un contexto cultural donde la poesía se crea de forma compartida entonces también su contenido es plural. Es una forma de conectar a los humanos, y esto no es nada trivial sino una cuestión sobre la que todos deberían pararse a reflexionar un momento. Esta unión no ocurre sólo entre personas, sino también con animales, porque en cuanto uno es capaz de emocionarse con las cosas pequeñas y sencillas de la vida, que no son ni pequeñas, ni sencillas, empieza a entender con profundidad la propia existencia de uno mismo. Puede que mañana vaya a hacer la compra y el supermercado esté cerrado, o que el autobús tarde media hora en pasar por mi parada, pero mientras canten los pájaros por la mañana y el sol vuelva a salir no hay cosas que puedan ser más importantes. Con esto, volviendo a que los haijin muchas veces han vivido el sufrimiento de primera mano, no se trata de vivir una vida de indiferencia sino de no olvidar cómo vivir realmente.
大名を馬からおろす桜かな。
Daimyou1 wo uma kara orosu sakura kana.
La flor de cerezo baja al daimyou de su caballo.
(Traducción propia).
Y con este haiku, el maestro Kobayashi Issa relata aquello importante de lo que se estaba hablando anteriormente. Un hombre ocupado como un daimyou, quién tendría papeles por rellenar, ejércitos por organizar y cuestiones diplomáticas a las que atender, se ve obligado a bajarse de su caballo al ver la flor de cerezo. Y sí, seguramente tuviera que cumplir con tareas importantes, pero todo aquello podrá esperar, la flor de cerezo tardará un año en volver a aparecer ante sus ojos, y quizás para ese momento ya hubiera podido morir sin volver a verla. La flor es importante, es más, fundamental; la flor conmueve. La organización de tropas de soldados, no tanto. El estilo del maestro Issa es amado dentro y fuera de Japón por su sinceridad y humildad, incluso por su toque humorístico puesto que más de una vez en sus poemas charla con moscas, pulgas y piojos. Es cierto que también es muy sentimental: a veces se nombra a sí mismo en sus propios haiku haciendo que la experiencia universal desaparezca totalmente. La inspiración en sus obras a veces ha hecho que fuera de Japón las reglas del haiku se hayan tergiversado y malinterpretado, y sin embargo el maestro Issa pone su corazón y alma en cada verso con tal de hablar de todo, habiendo escrito más de trece mil haiku, era un hombre que se asombró y vivió el aware hasta el final.
El haiku es, entonces, una forma de cambiar la vida de uno. Entre la reducción del ego, la apreciación por el entorno, la sensibilidad y la valentía de emocionarse con aquello que parezca más insignificante, el despojarse de la vanidad de las palabras y la voluntad absoluta por vivir y transmitir tanta belleza (incluso la más oculta) al resto ¿cómo iba a ser el haiku un estilo sencillo? A veces, solo hay que mirar un poco más allá de la punta de la nariz de uno mismo para darse cuenta de que hay aware y hay haiku en todo lo que nos rodea. Esto, creo que el maestro Issa lo sabe a la perfección, pero quizás solo sea un favoritismo personal. Para finalizar, dejo un último haiku suyo y una traducción mía.
門柳あたまでわけて這入りけり
Kado yanagi atama de wakete hairi keri.
El sauce del portón. Entro separando las ramas con la cabeza.
************
NOTAS
1 Un daimyou, literalmente “gran nombre” es la figura histórica de grandes terratenientes japoneses entre el siglo X y XIX, a menudo referenciados como “señores feudales” aunque hay que guardar ciertas distancias.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Bashō, M. (2012) Por sendas de montaña. Gijón, España: Satori Ediciones.
Haya, V. (2012). Aware. Iniciación al haiku japonés. Barcelona, España: Kairós.
Kobayashi, I. (2013). Luz de otra vida. Gijón, España: Satori Ediciones.
Manzano, A., Tsutomu, T. (1985). Haiku de las estaciones. Antología de poesía zen. Barcelona, España: Ediciones Teorema.
Rodríguez-Izquierdo Gavala, R. (1994). El haiku japonés. Historia y traducción. Madrid, España: Poesía Hiperión.
Shiki, M. (2011). Il mangiatore di cachi che ama gli haiku. Milán, Italia: La Vita Felice.
© Revista Cariátide. Todos los derechos reservados
ISSN (ed. digital): 2952-2951
ISSN (ed. papel): 3020-9501
DL: CO1214-2024