LA ATALAYA
En la torre atalaya
los guardianes del lugar,
apostados en sus aberturas,
movían
sus cabezas
como búhos inquietos en la noche.
Oteaban el horizonte
vasto,
en busca de enemigos que vestían prendas holgadas y
armas de filo ceñidas a la cintura.
Duerme hoy la torre atalaya
sin guardianes,
sin enemigos,
sin horizonte.
Se rinde la torre atalaya al siglo de la guerra,
al correr de los tiempos montaraces,
al poder inconmensurable de los vientos.
Sara Madrigal Castro.
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ISSN (ed. digital): 2952-2951
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