El Príncipe de Persia: De ladrón en Bagdad a héroe en Persia.
Juan Carlos Fernández de Loaysa y Babiano.
Historiador.
Resumen:
En este artículo trataremos de seguir la pista a la historia narrada en el juego Prince of Persia. Para ello, nos sumergiremos en las narraciones contadas en Las Mil y una noches y en las películas de El Ladrón de Bagdad, tanto en su versión de 1924 como la de 1940. Investigaremos cuál fue el origen de dichas películas y qué influencia tuvieron en la Historia del Cine. Al mismo tiempo, veremos el nacimiento del videojuego «Prince of Persia», en su versión para MS-DOS de 1990. Por ello, acompañaremos a los tres protagonistas de la historia. Al héroe, con quien correremos aventuras y analizaremos sus tres versiones: el ladrón de Bagdad, el príncipe de Bagdad y el prisionero anónimo de Persia. Al villano, en el que veremos su evolución: desde un simple mago al todopoderoso Gran Visir Jafar. Y a la princesa, quizá trasunto de la propia Sherezade, personaje vital como motor de la historia.
Palabras clave:
Prince of Persia, El ladrón de Bagdad, Las Mil y una noches, cine, videojuego.
Introducción
Oriente Próximo, desde Persia y Mesopotamia, entre el mar Caspio y el golfo Pérsico, hasta el corredor siro-palestino y Anatolia, a orillas del Mediterráneo, ha sido fuente de inspiración para Occidente en muchísimos relatos, películas y videojuegos. Quizá su mayor exponente fue el impacto que causó la traducción al francés de Las Mil y una noches realizada por Antoine Galland (Terrero Ferrer, 2015, págs. 5-7). La llegada a la Europa del siglo XVIII de estas leyendas, y las versiones, francesas e inglesas, que la siguieron, idealizarían Oriente como un lugar misterioso y mágico.
Antes de que Disney popularizara la historia de Aladino en su película Aladdín (Clements y Musker, 1992), Las Mil y una noches se fueron adaptando a los gustos y sensibilidades de Occidente hasta crear la historia que hoy conocemos. En el siglo XX, como no pudo ser de otra manera, fueron llevadas a las dos formas de expresión emblemáticas de los nuevos tiempos: el cine y el videojuego. De hecho, dicha adaptación al cine se hizo por primera vez en las películas de El Ladrón de Bagdad, tanto la de Raoul Walsh de 1924, como la de 1940. Más tarde, Jordan Mechner se inspiraría en ellas para crear el videojuego Prince of Persia (1990), cuya franquicia llega hasta nuestros días.
Cómo veremos a lo largo de este artículo, hay grandes paralelismos entre las historias narradas por Sherezade, la de El Ladrón de Bagdad y la del prisionero anónimo de Persia. Por ello, os invito a cruzar las arenas del tiempo, del cine y de los videojuegos, en la búsqueda de estos parecidos, diferencias, influencias y su proyección en la Historia del Cine y del Videojuego y quizá encontrar a la princesa que nos aguarda al final del laberinto.
La traducción de Las Mil y una noches a lenguaje audiovisual: De la ciudad de Bagdad al palacio de Persia
A comienzos de los «Felices Años Veinte», Estados Unidos, una potencia económica en ascenso después de la I Guerra Mundial, estaba abriéndose al mundo y alimentándose de la cultura que Europa podía ofrecerle. Douglas Fairbanks (1883-1939), quien acababa de alcanzar gran popularidad como actor y productor que lo acompañaría el resto de su carrera, había regresado recientemente de allí. Durante su viaje, había conocido una nueva forma de hacer cine que lo impulsó a crear, en compañía de otras grandes figuras del séptimo arte, United Artists, liberándose así de las restricciones que la Paramount había impuesto a artistas y creadores. Además, había conocido un mundo que lo fascinó: Las Mil y una noches. Decidido a poner en marcha su plan, realizar una película ambientada en ese mundo oriental, mágico y mitológico, entró en contacto con W. Cameron Menzies. Este, como director artístico, construyó los decorados, en los que aunaba conceptos geométricos y arquitectónicos deudores del expresionismo alemán, con un espíritu romántico y un balbuceante art decó (López Bellon, 2020). Para dirigir la película, Fairbanks, reclutó a un reticente Raoul Walsh (1887-1980), quien al principio no se veía capaz de llevar a cabo el proyecto, y que terminó participando en la creación de muchos de los primeros efectos especiales de la Historia del Cine que aparecen en esta película. La estética de El Ladrón de Bagdad, exótica y oriental, abrió el camino para una nueva forma de hacer cine y marcó indeleblemente las producciones posteriores. La música, compuesta por Mortimer Wilson y reconocida como la primera Banda Sonora de la Historia del Cine, era esencial en el cine mudo. Gracias a ella, se nos abren las puertas de la ciudad de Bagdad y podemos sumergirnos en su paisaje de calles polvorientas y bulliciosos zocos grises, en ocasiones tintados por las nuevas técnicas llegadas de Europa, donde destaca un hombre vestido de blanco: el héroe.
Años más tarde, en la década de los 40, una nueva versión de El Ladrón de Bagdad volvería a revolucionar la forma de hacer cine. Este llevaba muchos años disfrutando del color y aquí se dio un paso más allá. Para crear los efectos especiales y recrear la magia y el aire oriental se recurrió a una novedosa técnica: el croma, la técnica de sobreimpresión de imagen. Su estética bebe de la primera película en muchos aspectos, sobre todo en la caracterización del héroe, y es original en muchos otros, donde destaca especialmente la aparición del gran antagonista de la historia: Jafar, interpretado por el carismático Conrad Veidt (1893-1943). Así como el protagonista de la película de 1924 caracterizó la apariencia del prisionero, joven, fuerte y vestido de blanco, la cinta de 1940 lo hizo con el aspecto del visir, alto y vestido de negro, con el rostro afilado y unos ojos que denotan su ambición.
En estos mismos años, Ray Harryhausen (1920-2013), comenzaría a hacer películas. Sin embargo, no sería hasta finales de los cincuenta con Simbad y la princesa (1958), su primera película en color, donde brillaría su técnica de stop motion. Gracias a dicha técnica de animación fotograma a fotograma crearía un amplio bestiario de fantasía, en el que destacan sus esqueletos. Estos monstruos que aparecerían por primera en Simbad y la princesa y serían inmortalizados en Jasón y los argonautas (1963), tuvieron una importante influencia en la inspiración de uno de los enemigos más temibles de Prince of Persia (Mechner, 1990): el guerrero esqueleto.
Llegamos así a 1990 y a Brøderbund, creadora de videojuegos tan importantes como Carmen Sandiego, y que dominó el mercado en los años ochenta del siglo XX. En 1989, Jordan Mechner había diseñado un juego para Apple II, que daría el salto definitivo en 1990 con su adaptación a MS-DOS. Era el Prince of Persia. El videojuego, cuya calidad de animación, basada en la rotoscopia, fue un auténtico avance técnico para la época, nos introduce directamente en la historia. Solo es necesaria la introducción y la secuencia en la que el prisionero cae por una puerta a la mazmorra. La música de fondo, el traje blanco del héroe y los fondos orientales en diversas gamas de colores hacen el resto. Al igual que ocurre con El Ladrón de Bagdad de 1924, el prisionero destaca contra los fondos de tonos grises y verdosos de la prisión donde es arrojado y, en los niveles en los que consigue acceder al palacio, contra los fondos dorados y de nocturna ambientación persa. Ahora que conocemos el escenario y la historia «detrás de las cámaras», os invito a conocer a los personajes que protagonizan este cuento: al héroe de blanco, al villano de negro y a la princesa.
Imagen 1: Escenografías: De izquierda a derecha podemos ver los fotogramas de los decorados y fondos de las películas El Ladrón de Bagdad de 1924, El Ladrón de Bagdad de 1940 y el videojuego Prince of Persia de 1990, donde queda reflejado la ambientación persa y las técnicas de teñido de imagen. También podemos apreciar los esqueletos de Simbad y la princesa de 1958 y de Prince of Persia de 1990, donde vemos la técnica stop motion y rotoscopia, respectivamente.
El héroe: De ladrón a príncipe
«Todas las esperanzas de la princesa residen en el valiente joven al que ama. Lo único que sabe es que está prisionero en las mazmorras de Jafar…» (Mechner, 1990).
Con estas palabras se inicia Prince of Persia, presentando a los tres grandes actores de la historia: el héroe, el villano y la princesa. Este arquetipo se encuentra presente en numerosas historias de videojuegos, como podemos ver en la saga de La leyenda de Zelda de Nintendo cuando nos presenta un triunvirato similar formado por Link, Zelda, y Ganondorf.
Como decíamos en la introducción, la historia original procede de Las Mil y una noches. En concreto, del cuento de Aladino que fue incorporado a las narraciones de Sherezade cuando se tradujo al francés en el siglo XVIII (Terrero Ferrer, 2015, págs. 14-15). El relato nos presenta a un pillo de una ciudad del Lejano Oriente, quien es contratado por un mago de Occidente para encontrar una lámpara mágica. En el trascurso de sus aventuras, Aladino se enamora de la princesa Bladur Budur y, con la ayuda del genio, debe hacer frente al mago que quiere la lámpara y a la princesa para sí.
De esta manera, los tres grandes personajes de la historia: el héroe, ya sea ladrón, príncipe o prisionero, la princesa y el malvado mago van a quedar casi inalterados a su llegada al cine y al videojuego. El primero, que vive en los estratos más bajos de la sociedad, se enamora de una princesa, en principio inalcanzable. Es entonces cuando se presenta el villano, quién lo entorpece y amenaza a la princesa. Al final, tras afrontar una serie de heroicos acontecimientos y enfrentarse a un poderoso enemigo, demuestra que es digno de casarse con la princesa.
Cómo vemos, nuestro protagonista, como todo héroe, debe tener un objetivo que alcanzar, una motivación que lo haga avanzar en la historia. Si acudimos a la Ilíada de Homero, encontramos que Aquiles quiere vengarse de Héctor por haber matado a Patroclo. Este, a su vez, es el esforzado defensor de Ilión. En la Odisea, es el rey de Ítaca quien debe afrontar las adversidades para volver a casa con su reina, Penélope. Historias clásicas que, al igual que la mitología oriental, han sido llevadas al cine y dejado su huella en su historia (Míguez Santa Cruz y Cañas Pelayo, 2012, págs. 62-65). En contextos más recientes, encontramos Dune, de Frank Herbert, cuyo protagonista debe afrontar grandes adversidades para convertirse en el elegido (Fernández de Loaysa Babiano, 2022, págs. 70-71). En La leyenda de Zelda, como decíamos más arriba, Link tiene como objetivo salvar a la princesa y, en el proceso, al reino de Hyrule. Ejemplos así, hay miles. Es el clásico Viaje del Héroe del que nos habla Campbell (1972).
En El ladrón de Bagdad de 1924, el protagonista es Ahmed, un ladrón descreído cuyo único interés es sobrevivir en el bazar. Sin embargo, un día, entra a robar en el palacio donde vive la princesa y cae prendado de ella. A partir de entonces, comienza un viaje, literalmente, que lo llevará a madurar como héroe y a ser digno de ser amado. Debe hacer frente a múltiples pruebas y encuentra una caja maravillosa que le concede deseos. No hay un genio, pero se acerca a Aladino.
Por otro lado, su contraparte de 1940 es el califa de Bagdad, quien quiere gobernar de forma justa a su pueblo. El califa Ahmed será destronado por las veleidades de su malvado visir y debe huir a Basora, donde se convierte en un ladrón. Allí conoce a la princesa de Basora, de quien se enamora. Sin embargo, Jafar también la pretende y maldice al príncipe-ladrón con la ceguera. Aquí comienza el auténtico viaje del príncipe Ahmed y su lucha contra las adversidades para librarse de la ceguera: hará frente a pruebas, encontrará una lámpara mágica y a un genio que concede deseos… Al final, acudirá a rescatar a la princesa y recuperar su reino.
El prisionero anónimo de Prince of Persia seguirá punto por punto este mismo patrón. Gracias al cartel de inicio sabemos cuál es nuestra misión: rescatar a la princesa y quién es el villano: el visir Jafar. Se inicia así una carrera contrarreloj, solo tenemos una hora, que pondrá a prueba su (nuestro) ingenio y habilidad. En el laberinto de la prisión, cuya primera prueba es elegir el camino correcto, tendremos que salvar precipicios, trampas de aguzados pinchos, guillotinas que se abren y se cierran sin cesar, enfrentarnos a los temibles y poderosos guardias del visir, ¿por qué el de nivel ocho es el espadachín más hábil?, a esqueletos revividos e, incluso, a nuestro reflejo malvado. Al final, tras un último duelo con el mismísimo Jafar, el prisionero podrá llegar, al fin, a los brazos de la su amada.
Como vemos, el camino del héroe, desde China a Persia, pasando por Bagdad, está plagado de peligros, trampas, enemigos y grandes adversidades que podrán a prueba su (nuestra) habilidad, determinación y paciencia para llegar, al final, a la habitación dónde nos espera la princesa.
Imagen 2: El héroe: De izquierda a derecha podemos ver la representación del héroe en los fotogramas de las películas de El Ladrón de Bagdad de 1924 y El Ladrón de Bagdad de 1940 con D. Faibranks y J. Justin respectivamente, el prisionero de Prince of Persia de 1990 y la carátula de su versión de Sega Mega Drive. En todos ellos podemos ver como viste su icónico traje blanco.
El villano: De mago a visir
«En ausencia del sultán, el Gran Visir Jafar gobierna con tiránico puño de hierro. Solo un obstáculo se interpone entre Jafar y el trono: la joven y bella hija del sultán…» (Mechner, 1990).
Como decíamos antes, el segundo pilar de la historia es el villano, y un gran héroe necesita uno a su altura. En el Prince of Persia, este será, ni más, ni menos, que el poderoso Gran Visir Jafar. El juego nos lo presenta con unas características únicas. En primer lugar, y quizá sea lo más importante, es el único personaje con nombre propio. Es decir, casi no hace falta saber nada más de él: el nombre de Jafar tiene un resonancia narrativo-mitológica que lo dota de una personalidad propia. Su presencia casi invisible -se le ve al principio y unas pocas veces más antes del duelo final- actúa, en realidad, como un efecto omnipresente. Casi podemos sentir sus ojos observando al prisionero en todo momento. Ha sido él quien lo ha encerrado en la prisión-laberinto, ha sido él quien ha colocado a los guardias en los diferentes niveles, y, lo más importante, ha sido él quien ha invocado el gran reloj de arena que nos impulsa a ir cada vez más rápido y crea esa sensación de que alguien nos persigue y nos observa.
Su origen lo encontramos en Las Mil y una noches. Sherezade nos cuenta que Jafar ibn Yahya es el mejor amigo y visir del tercer califa abasí, Harun al-Rashid, con quien protagonizará la mayor parte de sus aventuras. Sherezade da a entender que el sultán Shahriar debería identificarse con el califa y que su propio padre, el visir del sultán, se identifica con el amigo del califa. De esta manera, Jafar comienza siendo un personaje benéfico: el compañero del héroe.
Para comprender la conversión de Jafar al «lado oscuro» tenemos que conocer la historia de Aladino. En ella, quien recluta al protagonista para buscar la lámpara del genio y que, después, buscará venganza, es un poderoso mago sin nombre. Sherezade sitúa su tierra natal en Occidente, en el Magreb: Una tierra misteriosa y mágica donde se oculta el sol. Mientras que Aladino, no lo olvidemos, vive en el Lejano Oriente.
En la película de 1924, el mago de Occidente se transformará en Cham Shang, quien, junto con Ahmed, es el único personaje con nombre propio. En principio, ni es un mago, ni es de Occidente: Es el príncipe de los mongoles. Sin embargo, a lo largo de la película, se hace con una misteriosa manzana dorada capaz de curar todos los males. Aunque ignoramos si es un guiño de la película a la leyenda o, simplemente, una feliz casualidad, la presencia de esta manzana nos hace pensar en el Jardín de las Hespérides, que los griegos situaban en Occidente, uniendo así al príncipe mongol con el mago de Las Mil y una noches. Nótese, por otra parte, la dicotomía, y coincidencia, de situar la magia en el lugar más lejano posible: Occidente para Sherezade, Oriente para los occidentales.
Por su parte, en la película de 1940 asistimos a un giro en los acontecimientos que marcará indeleblemente el futuro de este personaje. El villano ya no es un mago anónimo, ni un príncipe cualquiera. El gran enemigo es, ni más ni menos, que Jafar. El fiel visir del califa Harun al-Rashid se convierte así, por la magia del cine, en un poderoso y ambiciosos visir-hechicero. En la película, al igual que en las Las Mil y una noches, anima al califa a disfrazarse y a mezclarse con su pueblo. No obstante, mientras que el compañero de Harun al-Rashid tenía el noble propósito de que el monarca comprendiera las necesidades de sus súbditos, el visir de la película de 1940 lo hace para ver satisfechas sus ambiciones de deponer al legítimo monarca y gobernar él en su lugar. A partir de entonces, se acaban los paralelismos entre ambos. En la película, Jafar termina su conversión e identificación con el malvado mago de Occidente del que nos hablaba Sherezade y se dejará llevar por su ambición para enfrentarse al héroe y a sus compañeros utilizando su magia y el poder que le otorga su posición como gobernante de Bagdad. Será precisamente este Jafar, encarnado por el actor Conrad Veidt, quien pase a la cultura popular. La personalidad y la figura de las que dotó al poderoso visir inspirarían el diseño del Jafar de Disney, formando así, para siempre, parte de nuestro imaginario colectivo. Al mismo tiempo, en el Príncipe de Persia, Jafar también se convertirá en el enemigo recurrente. De hecho, su estética apenas variará en los juegos y en las películas posteriores, aunque creemos que destaca la versión de Sega Mega CD, donde nos encontramos a un Jafar convertido en un djin de piel azul (Mechner y Bits Laboratory, 1993).
El villano acaba mal. En su encarnación de mago de Occidente, de príncipe de los mongoles o, como la suma de ambas, el Gran Visir Jafar, será derrotado con habilidad e ingenio. Y, sobre todo, no olvidemos que estamos en un cuento y que los ideales del héroe: el amor por la princesa y el amor por su pueblo, serán siempre más fuertes que la ambición desmedida de Jafar.
Imagen 3: El villano: De izquierda a derecha podemos ver la representación del villano en los fotogramas de las películas de El Ladrón de Bagdad de 1924 y El Ladrón de Bagdad de 1940 con Sojin, como príncipe de los mongoles, y C. Veidt, como Jafar, y la representación de este en el Prince of Persia de 1990 y su versión de djin azul en Sega MegaCD. Como decimos, será la representación de Veidt la que termine dando la imagen definitiva al personaje.
La princesa
«Casarse con Jafar… o morir en una hora». (Mechner, 1990).
La historia de la princesa que nos cuenta Prince of Persia es una retorcida historia de amor. Por un lado, acosada por la ambición de un hombre de una edad similar a la de su padre y, por otro, pretendida por el único afecto que ha tenido encerrada en su lujosa habitación. No tiene nombre. Está definida por su título, es decir, por ser la hija del sultán y, por tanto, la fuente de legitimidad para gobernar Persia. Su historia gira en torno a la del protagonista. A ella solo le basta con saber que lo ama y en confiar en que este la corresponda y vaya a rescatarla.
En la princesa de Persia resuenan las historias de sus antecesoras: De Sherezade, hija del visir de Persia y princesa por matrimonio, que vive encerrada en su habitación mientras desgrana historias para su sultán. De Bladur Budur, «La luna llena de todas las lunas llenas», princesa de algún lugar del Lejano Oriente, pretendida por un pillastre y por un malvado mago. De las princesas anónimas de Bagdad y de Basora, en las películas de El Ladrón de Bagdad.
En la versión de 1924, la princesa de Bagdad, sin nombre propio, se encuentra asediada por los pretendientes que asolan el palacio del califa. Las resonancias de la historia de Penélope, princesa de Esparta y reina de Ítaca, son innegables. La película presenta tres pretendientes: el príncipe de la India, el de Persia y el de los mongoles. A ellos se unirá el protagonista, disfrazado como el príncipe de los Mares, los Océanos y de los Siete Palacios. La relación de este con la princesa comienza muy mal para ella, reducida a un trofeo que el ladrón puede robar para pedir un rescate. No obstante, entrará en acción el arquetipo de que la mujer civiliza al hombre. Aquí no discutiremos si dicho arquetipo se corresponde con la realidad o no. Al menos, la princesa ya no es meramente un trofeo. En cierto momento de la historia, Ahmed queda prendado de ella. Mientras que ella lo considera un príncipe y su salvador de las garras de sus pretendientes. Por eso, la princesa le regala un anillo, eligiéndole como esposo. Es entonces, cuando el ladrón comprende que lo está haciendo mal y decide confesarle la verdad: «No soy un príncipe». La princesa se sorprende. «Soy menos que un esclavo de los que te sirven, un miserable, un ladrón». La princesa se horroriza. «Lo que quiero, lo cojo. Te quería a ti. Intenté secuestrarte». «Pero, cuando te tuve en mis brazos, el mundo cambió. La maldad en mí murió». La princesa llora. «Puedo soportar mil torturas, aguantar mil muertes, pero no vuestras lágrimas». Estas escenas finalizan con las únicas palabras que pronuncia la princesa: «¡Rápido! Escóndete de ellos. Si te encuentran conmigo, no tendrán piedad». Le da el anillo y le dice: «Te quiero» (Fairbanks, 1924, min. 1:03:56-1:06:43). Tras esta escena, la trama se desarrolla en paralelo entre las aventuras del ladrón en su viaje y la situación en Bagdad, donde la princesa sufre las acechanzas del príncipe de los mongoles. Este toma la ciudad y pretende casarse con ella. Es entonces cuando el héroe interviene y logra rescatarla, fugándose con ella en la alfombra mágica.
En la versión de 1940, la princesa de Basora, también sin nombre, aparece tumbada en una cama, que después inspiraría el decorado de Prince of Persia (Mechner, 1990). Aquí, a pesar de que sigue interpretando el papel de trofeo para el héroe y el villano, este será un poco más activo, solo un poco, al enfrentarse a Jafar siempre que puede.
De hecho, tendremos que esperar a 1958, con la película de Simbad y la princesa (Harryhausen y Juran), para que tenga un nombre, Parissa, y un papel mucho más activo en las aventuras del héroe, Simbad, que sus antecesoras. En el cine, la seguirán la princesa Margiana, El viaje fantástico de Simbad (1973), Farah, princesa de Charnak, Simbad y el ojo del tigre (1977) y Yasmín, princesa de Ágrabah, Aladdín (1992). El protagonismo activo de estas princesas será cada vez más evidente. Por su parte, a la princesa sin nombre del Prince of Persia de 1990 la sucederán Farah, princesa de la India, Prince of Persia: las arenas del tiempo (2003), Kaileena, emperatriz del tiempo, Prince of Persia: el alma del guerrero (2004) y Elika, princesa de Ahura, Prince of Persia (2008), quienes ya no estarán esperando al príncipe al final del laberinto-prisión, si no que tomarán parte activa en sus aventuras. Todo ello desembocará en el papel protagonista que Tamina, princesa de Alamut, desempeñará junto al príncipe Dastan de Persia, en la película Prince of Persia: las arenas del tiempo (2010).
Al final, ya sabemos que el cuento acaba bien, la princesa de Persia será rescatada: «El tirano Jafar ha muerto, su poder acabado. Fuera, el pueblo de Persia aclama a su princesa… y al valiente joven que la salvó de las fuerzas de la oscuridad. Nunca más será un extraño, a partir de este momento será conocido como… el príncipe de Persia» (Mechner, 1990).
Imagen 3: La princesa: De izquierda a derecha podemos ver la representación de las princesas en los fotogramas de las películas de El Ladrón de Bagdad de 1924, El Ladrón de Bagdad de 1940 y Simbad y la princesa de 1958 interpretadas por J. Johnston, J. Dupre y Kathryn Grant, respectivamente, así como la imagen de la princesa de Prince of Persia de 1990. Como podemos ver, el decorado que rodea a la princesa del videojuego bebe directamente de la imagen de la princesa de Basora. Además, se puede apreciar como su imagen irá evolucionando al compás de la sensibilidad de los tiempos.
Conclusión
En este artículo hemos querido realizar un acercamiento a las películas que inspiraron el juego Prince of Persia, así como un análisis comparativo de su narrativa y puesta en escena de éste con dichas películas. El ambiente oriental, la arquitectura y los decorados, los personajes y sus vestimentas icónicas, el propio personaje de Jafar, que comparten las películas y el videojuego, han creado una historia que se ha independizado de su origen en Las Mil y una noches para crear su propia mitología. Quizá el personaje más importante de la historia sea la princesa. A pesar de que apenas habla, o ni tan siquiera dice una palabra, su mera presencia es el motor que pone en marcha al héroe y le da sentido a la existencia del villano. Además, es quien, a lo largo de las diferentes versiones de la historia, más evolucionará y cuya proyección al futuro es más evidente. Gracias a ella, a través de las arenas del tiempo, del cine y de los videojuegos, aun podemos escuchar la voz de Sherezade contando sus historias a la luz de una luna persa.
Bibliografía
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Terrero Ferrer, M. J. (2015). Las mil y una noches: Oriente y Occidente. Culturas en contacto. Valladolid: Universidad de Valladolid. https://uvadoc.uva.es/handle/10324/54109
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