RESEÑA

A little touch of Agatha


Marcos R. Cañas Pelayo

Doctor Europeo por la Universidad de Córdoba. Profesor de Geografía e Historia en el IES Maimónides.



Palabras clave: Agatha Christie, Detective, Novela negra y Whodunnit.





El éxito de taquilla cosechado por Puñales por la espada (2019) volvió a poner de relieve a un género literario y cinematográfico que, pese a poseer una fama de manido o tramposo en su estructura argumental, siempre goza de la atención popular: el whodunnit. El director Rian Johnson logró embarcar a un lujoso reparto (Daniel Craig, Ana de Armas, Jamie Lee Curtis, Chris Evans, Don Johnson, etc.) en un largometraje que homenajeaba la esencia de las novelas de Agatha Christie con un toque paródico, además de incorporar referencias a productos televisivos muy en boga en aquellos compases como la célebre serie Juego de Tronos (2011-2019), inspirada en la saga literaria Canción de hielo y fuego del escritor George R. R. Martin.


Sin el éxito de esa pieza, que ha tenido una posterior secuela, Puñales por la espalda: El misterio de Glass Onion, (2022), costaría pensar que Searchlight Pictures hubiera lanzado Mira cómo corren (2022), un film que supone un auténtico ejercicio metaficcional que homenajea y se burla a partes iguales de las convenciones de un tipo de ficción que tiene unos axiomas claramente definidos (un misterio que se complica, una legión de sospechosos, giros inesperados, un recinto cerrado donde las víctimas y el asesino quedan enclaustrados, etc.). De hecho, como pretendemos ir ilustrando a lo largo de este texto, el film de Tom George puede, en varios aspectos, ser mucho más canónico con el material original de Christie que las populares películas de Rian Johnson.

 

LA REINA DEL SUSPENSE

 

Desde su estreno en 1952, La ratonera se convirtió en uno de los grandes éxitos del teatro británico, expandiéndose a gran velocidad a muchos otros países, desde España hasta Turquía (Solé, 2022: 11-13). Su autora, Agatha Christie, era ya toda una celebridad en Inglaterra cuando se puso manos a la obra con este libreto, el cual había tenido su origen con una llamada de la mismísima reina consorte, María, esposa de Jorge VI, para hacer un programa radiofónico en la BBC con motivo octogésimo cumpleaños de la soberana a la altura de 1947.

 

La novelista decidió escribir Tres ratones ciegos, un pequeño texto basado en un horrible suceso real: el asesinato de un niño pequeño por parte de un matrimonio de granjeros que le había adoptado. Pronto, decidió modificar el título por ya existir una pieza llamada así, apostando por el elocuente nombre de La ratonera. La obra comienza con una gran carga narrativa: “Un abrigo oscuro, una bufanda clara y un sombrero de fieltro” (Montijano Ruiz, 2022, p. 121) es la descripción que una radio ofrece a sus oyentes, advirtiendo de que un asesino anda suelto.

 

La mansión Monskwell se convirtió pronto en un referente indiscutible de las tramas misteriosas. Pronto, la propia Inglaterra utilizó la célebre representación como un reclamo turístico tan imprescindible para los visitantes que llegasen a las islas como pasear por el Museo Británico (Broncano, 2019, p. XXVII). En pleno West End, el St Martin's Theatre es un caso único en el mundo de las bambalinas donde se representa de manera ininterrumpida uno de los hitos del género detectivesco desde marzo de 1974.

 

Sin embargo, cuando eso ocurrió la representación ya llevaba mucho tiempo consolidada como uno de los más populares trabajos de Agatha Christie. Estrenada en el Royal Theatre, la pieza se mantuvo itinerante hasta acomodarse en el New Ambassadors a la altura de 1952. Es en esos días donde el guionista Mark Chappell se inspira para sumergirnos en el film Mira cómo corren, un largometraje cuyo título es el resultado de una referencia velada a una obra de Philip King en 1985 (Billington, 2022). Indiscutiblemente, era la antesala de una de las películas recientes que más han hecho por difundir la palabra de la reina del suspense.

 

ÉRASE UNA ADAPTACIÓN EN HOLLYWOOD

 

En uno de los guiones más celebrados de la etapa dorada del cine norteamericano, El crepúsculo de los dioses (1950), los reputados guionistas Charles Brackett, Billy Wilder y D. M. Marshman se permitieron una de las oberturas más ingeniosas y con mayor humor negro del celuloide. La voz en off del protagonista, interpretado por William Holden, advertía desde la ultratumba que siempre había querido una casa con piscina cuando la cámara nos muestra el desventurado cuerpo de su personaje ahogado en el agua (Staggs, 2003).

 

A su manera, el actor Adrien Brody puede jugar con ese concepto a través de su personaje, el director norteamericano Leo Köpernick. Desde el principio le podremos observar como un deslenguado y malencarado mujeriego a quien sus estudios han ordenado filmar una versión estadounidense de La ratonera, motivo por el que está en Londres. Si bien sus modales pueden dejar que desear, pronto la audiencia se podrá solidarizar con él al aparecer asesinado en misteriosas circunstancias. La única prueba es la certeza de que lo hizo alguien envuelto en una gabardina y que hay una larga nómina de sospechosos que habían discutido con él agriamente en la fiesta por diferentes motivos.

 

Con todo, Köpernick no abandonará el escenario y se convertirá en una especie de narrador ocasional que guiará al público por los recovecos del misterio. A través de distintos flashbacks, apreciaremos que el cineasta chocaba a menudo con el escritor Mervyn Cocker-Norris (caracterizado por David Oyelowo), puesto que la visión artística del primero era profundamente comercial y exigía que la cinta de suspense terminase con persecuciones, además de un tiroteo final.

 

Lejos de ser algo inverosímil, la más rabiosa actualidad de Hollywood confirma ese complejo eclecticismo entre las escuelas cinematográficas anglosajona y norteamericana. Todo un referente del cine actual como Quentin Tarantino quedó fascinado al ver La ratonera en los escenarios (Moss, 2021), hasta el punto de hacer una personalísima y sangrienta versión de la misma con uno de sus géneros predilectos, el spaghetti western: Los odiosos ocho (2015). Recientemente, en una versión mucho más clásica y con reminiscencias teatrales, un auténtico devoto de la autora como Kenneth Branagh nos ha regalado una trilogía de Hércules Poirot donde ha mantenido la esencia literaria de Christie, pero incorporando unas actualizaciones y humanización del personaje que no desdicen sus parámetros clásicos (Cañas Pelayo, 2022).

 

Como Köpernick nos advierte, él no es un gran fan del género, considerando incluso que una vez se ha visto un producto de este tipo se pueden adivinar todos los demás. Un tópico que, en muchas ocasiones, la crítica especializada ha vertido alrededor de un estilo de ficción que, pese a ello, mantiene a una gran legión de adeptos. En su afán de introducir balas y violencia, el fallecido director nos permite marcar una acentuada diferencia entre la figura de autoridad policial europea frente a los rudos investigadores privados norteamericanos.

 

A través de estos mimbres, Tom George, quien parece querer beber del hábil manierismo mostrado por Wes Anderson (Nathan, 2021) en El Gran Hotel Budapest (2014), únicamente precisaba de un último ingrediente para que Mira cómo corren cumpliera con todos los clichés exigibles: una pareja de investigadores.

 

 EL PODER DE LA PAREJA

 

La cena de los acusados (1934) supuso el inicio de una auténtica saga de desenfadados filmes detectivescos. La película dirigida por W. S. Van Dyke adaptó con sapiencia el material originario de Dashiell Hammett, gran maestro norteamericano para el género noir (Ward, 2019). Uno de los principales encantos de la cinta radicó en la química entre la pareja protagonista, un afamado detective y su astuta esposa, los cuales se ven involucrados en desvelar una serie de misteriosos asesinatos en New York.

 

William Powell y Myrna Loy alcanzaron gran popularidad con este singular matrimonio amante del riesgo, además de poder insinuarse una química sexual que los códigos de la censura imperantes no podían mostrar, pero sí quedaban muy insinuados en la complicidad que exhibían para todo el proceso investigador. Posteriormente, llegaría la secuela Ella, él y Asta (1936), cuyo predicamento en taquilla permitió que hasta 1947 siguiéramos teniendo continuaciones de la saga.

 

Mira cómo corren cuenta con su propia dinámica en ese sentido, si bien el inspector Stoppard y la alguacil Stalker ni están casados ni inician una aventura romántica durante el desarrollo de la cinta. Sin embargo, ambos tienen un punto de inadaptados socialmente por distintos motivos que les hará irse necesitando durante el desarrollo de la película. Stoppard represente un arquetipo frecuente de este tipo de obras; el veterano de guerra que, de hecho, tiene una serie de heridas que se reflejan incluso en sus andares para el observador atento, además de un gusto por la bebida que casa con los sabuesos solitarios de Raymond Chandler. Los traumas de un viejo orden que había quedado tras la II Guerra Mundial es una constante en todas las obras de ficción de Agatha Christie (Broncano, 2019, pp. XXIV-XXV).

 

En muchos sentidos, este agente del orden está más próximo al modelo norteamericano que habría querido Leo Köpernick para su storyboard. No tiene el sibaritismo de Hércules Poirot y tampoco se aprecia en él los toques de genio pintoresco como Sherlock Holmes. De cualquier modo, ofrece una gran honestidad y es incasable a la hora de resolver los problemas que le da su trabajo. Un actor consolidado como Sam Rockwell, con papeles tan sólidos como el que ofreció en Jojo Rabbit (2019), otorga carisma y presencia en este coprotagonista del largometraje.

 

La otra integrante de la dupla sería un exponente perfecto de la producción literaria británica a la hora de enfocar a la fuerza del bien en esta clase de misterios. Una divertida muestra de ello la veremos cuando la alguacil use las tradicionales pastas inglesas para el té en aras de sonsacar información confidencial en la comisaría. Saoirse Ronan, una actriz catapultada al estrellato por papeles preponderantes en cintas tan prestigiosas como Lady Bird (2017) o Mujercitas (2019), logra componer a la perfección al que sin duda es el personaje más agradable de todo el metraje.

 

En su vestimenta, Stalker nos retrotrae al célebre gendarme de Saint-Tropez que protagonizó durante décadas el intérprete Louis de Funès. Asimismo, en su capacidad de desesperar a sus superiores con su irrefrenable entusiasmo, adquiere connotaciones que la hermanan con la dinámica establecida por el inspector Clouseau de Peter Sellers para volver loco al inspector jefe Dreyfus. Sea como fuere, en este caso es una policía bastante más eficaz que en los dos personajes anteriormente citados, si bien compartiría su fuerte tenacidad y un optimismo irrefrenable. Paulatinamente avanzaba el rodaje, los dos coprotagonistas forjaron una amistad en su vida personal que se termina trasladando a la gran pantalla. Según palabras de la propia actriz: “Es uno de los actores más excitantes que tenemos. He pasado el mejor de lo ratos trabajando con Sam Rockwell, nos sentimos como amigos ahora” (Blair, 2022).

 

Sería improbable que el film pudiera funcionar con frescura sin esa colaboración. De hecho, Stalker es precisa para ir introduciendo a Stoppard en el mundo de las bambalinas. Mientras que el veterano de guerra desprecia esta clase de shows, su improvisada compañera es una entusiasta que conoce los nombres de cada integrante del casting en La ratonera, así como las celebridades al otro lado del Atlántico. Ese fervor de fan resultará especialmente útil a la alguacil para ganarse la confianza del mismísimo Richard Attenborough. Encarnado por Harris Dickinson, se trata de un personaje real que tuvo una meteórica carrera como actor para terminar siendo presidente de la RADA y la BAFTA, entre otras instituciones clave de la dramaturgia británica.


En Mira cómo corren será también un sospechoso perfecto del asesinato de Köpernick por haber tenido más que palabras con él tras un incidente con su esposa, la intérprete Sheila Sim (Pearl Chanda). Como en cualquiera de los mecanismos articulados por Agatha Christie, cada uno de los integrantes de la función o del equipo técnico parecían tener móviles más que razonables para haber dado el golpe de gracia a la víctima. Incluso el propio Stoppard será brevemente acusado por su voluntariosa ayudante en una cómica situación que implica el anterior matrimonio del curtido agente de la ley. En un momento que parece tener resonancias a David Lynch o incluso a El resplandor (1980), el terrenal personaje de Sam Rockwell tendrá una curiosa alucinación donde el fallecido cineasta le pregunta sobre si alguien ha sentido realmente su tragedia.


Dentro de un hallazgo notable para un director que está debutando con su ópera prima, Tom George hará correr a sus dos sabuesos en plena representación teatral, haciendo gala de un recurso actualmente un tanto en desuso como la pantalla partida. Usar las tablas y lo que ocurre detrás del telón como un leitmotiv de la trama es asimismo un guiño histórico, puesto que la propia Agatha Christie exigió en su contrato que no se haría ninguna obra de celuloide basada en La ratonera hasta que transcurrieran seis meses del estreno. Este tipo de cláusulas y su amor por el secretismo alrededor del desenlace, rasgo propio de otra leyenda de la cultura pop como Alfred Hitchcock, tan palpable en la célebre Testigo de cargo que adaptó Billy Wilder en 1957, solamente han hecho aumentar el aura alrededor de la casa de huéspedes Monkswell.


Roger Ebert, crítico de sólida trayectoria, ha subrayado los fuertes paralelismos de Mira cómo corren con una de las más sofisticadas piezas del clásico misterio de campiña británica a comienzos del nuevo milenio: Gosford Park (2001), dirigida con estilo muy cuidado por Robert Altman y con un medido guion a cargo de Julian Fellowes (Ebert, 2022). El impecable reparto congregado por Tom George (Ruth Wilson, Reece Shearsmith, Sian Clifford, etc) podría adaptarse a las mil maravillas a cualquier secuencia de Downton Abbey (2010-2015).

 

Nuestros dos intrépidos agentes del orden se van viendo abocados a una ratonera donde los misterios se van enrevesando y la investigación llega a perpetuar el tan manido recurso de los flashbacks que tanto desesperaba a Mervyn Cocker-Norris cuando discutía sobre cómo adaptar la célebre pieza de Agatha Christie.

 

EL MÉTODO

 

Más allá de la resolución o lo ingenioso del crimen, la personalidad del sabueso o la investigadora del whodunnit es sobre quien recae el peso del futuro éxito. Independientemente de delito que persigan, tanto Sherlock Holmes como Miss Marple podrán contar con una horda de fieles fans capaces de comprarles la más descabellada de sus teorías, a cambio únicamente de poder disfrutar de su carisma. No en vano, el detective es una figura indispensable en la cultura de masas y que ha terminado adquiriendo un código moral propio que resulta una melodía seductora para el público (Walton, 2020). Todavía, actualmente, genera gran expectativa en la comunidad lectora que se descubra algún manuscrito de Agatha Christie que permita conocer mejor cómo creó a estos iconos de la deducción (Curran, 2011).

 

Mira cómo corren mantiene ese efecto de provocar que ansiemos saber más de las personalidades heroicas del relato, incluyendo sobre su vida privada. Como bien han advertido críticas inglesas, el encanto de las actuaciones de Ronan y Rockwell hace incluso fantasear al auditorio con alguna posible secuela donde esos dos integrantes vuelvan a verse forzados a colaborar. De hecho, habida cuenta de que la pareja va evolucionando de una cierta frialdad a una bonita amistad, incluso podrían terminar siendo una reencarnación del ya citado matrimonio de La cena de los acusados (Bradshaw, 2022).

 

Conforme van confiando más el uno en el otro podrán ir descubriendo el lado menos glamuroso del mundo del espectáculo. Así, uno de los principales sospechosos, el productor John Woolf (interpretado por Reece Shearsmith), tiene un affaire extramatrimonial con su secretaria Ann Saville (Pippa Bennett-Warner) que podría haber sido descubierto por el fallecido director. Adentrarse en los despachos de los grandes estudios es una técnica que ha servido muy bien en otros fantásticos ejercicios de este género como ¿Quién engañó a Roger Rabbit? (1988), un planteamiento que brinda otro universo de referencias metaficcionales deliciosas (Cañas Pelayo, 2023).

 

En un divertido juego, observaremos como el Richard Attenborough del largometraje empieza a incorporar algunos elementos del inspector Stoppard para confeccionar a su sargento Trotter, el protagonista de la representación de Agatha Christie. Como hemos mencionado, la escritora se basó para su misterio en un suceso que conmocionó a toda la sociedad británica. El asesinato de Dennis O’Neill por parte de sus padres adoptivos. La víctima tenía otros dos hermanos, Terence y Frederick (Montijano, 2022, pp. 125-129), víctimas del abusivo matrimonio de los Goughs, cuyo terrorífico comportamiento exigió una reforma de la Ley de Menores.

 

Como marca la preceptiva del subgénero, este dato nos es facilitado, al igual que en La carta robada de Edgar Allan Poe, casi desde el principio. Sin embargo, el argumento de Mark Chappell consigue que esa referencia permanezca oculta en nuestra memoria por la sucesión de falsos sospechosos, además de posibles motivaciones alrededor de la condición del difunto Leo Köpernick en las listas negras de Hollywood por sus ideas políticas. Una dramática realidad de la Guerra Fría que largometrajes como Trumbo: La lista negra de Hollywood (2015) han recreado con gran exactitud.


Mira como corren busca plantearse la interesante duda que Agatha Christie se cuestionó alrededor de los hermanos supervivientes de Dennis: ¿podría alguien que hubiera teniendo que salir adelante con semejante amarga experiencia anhelar un oculto deseo de venganza para hacer justicia?

 

LA AUTÉNTICA VÍCTIMA

 

Me sentía asfixiado. No sabía que estaba basada en mi propia experiencia y en la de mi hermano”. La primera vez que Terence O’Neill vio La ratonera sintió una profunda desazón (Montijano Ruiz, 2022, p. 129). Como resultaba lógico desde el punto de vista de la psicología, observar una puesta en escena donde la fuente de inspiración era el horrible suceso que afectó a su familia supuso para Terence una experiencia que le hizo aflorar terribles recuerdos. De hecho, durante su hospitalización por las terribles condiciones donde vivía en la granja, se postergó darle la noticia de que su hermano Dennis nunca podría ir a visitarlo por haber fallecido. Era el pobre niño que había sido maltratado y asesinado por la pareja de granjeros. Aquel suceso conmovió a toda Gran Bretaña y propició que se mirase con mayor atención el proceso de adopción.

 

El tercer acto de Mira cómo corren supone, quizá, una oportunidad perdida de haber incidido en una temática fascinante: ¿cómo de lícito es utilizar esta clase de macabros acontecimientos para obras de gran éxito popular? A fin de cuentas, un guionista de cómic con la trayectoria de Alan Moore había admitido haber incurrido en esa paradoja (poner el foco sobre crímenes abyectos ejecutados sobre personas indefensas) cuando trazó el argumento de From Hell, centrado en la serie de asesinato cometidos por Jack el Destripador en el humilde barrio de Whitechapel a finales del siglo XIX (de Mercader, 2021, pp. 51-66).

 

Mark Chappell asigna esa función a un tal Dennis Corrigan, puesto que se cambian los apellidos de las víctimas. El actor Charlie Cooper le da vida detrás de la cámara, fingiendo ser un inocente empleado del teatro que ha determinado en secreto que La ratonera debe bajar el telón definitivamente. Justo a tiempo, Stoppard y Stalker descubren su jugada, algo que les obligará a ir en una carrera contrarreloj a la mansión de Agatha Christie, donde Dennis pretende ajustar todas las cuentas que tenía pendientes.

 

Sarcásticamente, siguiendo los postulados que tanto hubieran gustado a Leo Köpernick, hay un pequeño tiroteo que casaría mucho mejor con los duros agentes del orden del noir americano que con la más civilizada estética de las fuerzas detectivescas anglosajonas. Como resultado de ello, Dennis Corrigan termina muriendo, no sin antes ser golpeado con una pala quitanieves por la propia Agatha Christie. En un instante muy hiperbólico que incluso saca a la audiencia del tono sosegado de la mayor parte del metraje, la escritora se siente en un momento de frenesí guerrero tal que podría haber terminado decapitando al asesino de no haber sido por la oportuna intervención de su esposo. Shirley Henderson se caracteriza como la literata en una versión bastante exagerada donde, con todo, se incluyen algunos rasgos de su biografía como el interés por los venenos, algo que le terminará jugando una mala pasada a su propio mayordomo, figura generalmente maltratada en el whodunit.

 

Sin quitar la espectacularidad y lo risible de una violencia casi tarantiniana en ese instante, es una pena que Mira cómo corren no hubiera apostado aquí por brindar una reflexión que aproximase a la realidad histórica de Terence O’Neill, quien con apenas diez años tuvo que testificar en un juicio sobre el brutal asesinato de su hermano. Si bien Christie imaginó que alguien como Terence podría albergar fuertes sentimientos de venganza (Billington, 2022), su andadura fue la de un ciudadano ejemplar que incluso resultó capaz de escribir unas memorias sobre los escabrosos hechos plagada de sensibilidad y autoconocimiento (O’Neill, 2011).

 

De la misma manera, en la realidad histórica debe recordarse que Agatha Christie mostró un enfoque compasivo hacia el terrible acontecimiento, un dramático punto de inflexión que llevó a Gran Bretaña a exigir mucho mayor control y atención a la hora de dar a menores de edad en adopción a personas que hubieran pasado un escrutinio previo (Matson, 2020).

 

Es una auténtica lástima que la propuesta aquí del largometraje de Tom George no hubiera podido incorporar aquí un pequeño elemento de mayor solemnidad que hubiera elevado todavía más la categoría de un producto bien concebido y que es realmente canónico en cuanto a los clichés del género. No en vano, críticos como Tim Robey han juzgado que el film realiza una labor muy similar hacia la figura de Christie a la efectuada por Wes Craven en Scream (1996) para el formato del slasher (2022).


Sea como fuere, dejar cierto regusto agridulce en la resolución suele ser otra seña de identidad en estas tramas misteriosas, ya sea en el ámbito novelesco (James, 2017) o en el propio del séptimo arte. A fin de cuentas, le esencia de estas aventuras detectivescas se halla más en el camino que en su solución final. En ese sentido, Mira cómo corren debe ser entendida como una carta de amor a La ratonera.




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